Donde estamos
[1] La dimensión que ha alcanzado hoy el conjunto de la economía, significa una concentración tal de poder y de influencia penetrante de tipo económico, político, social y cultural, que el carácter de la sociedad capitalista contemporánea tiene está experimentando transformaciones fundamentales con repercusiones significativas sobre las poblaciones de los países desarrollados y en desarrollo. El surgimiento en las últimas décadas de una fuerte ofensiva capitalista, no puede entenderse en sus plenas dimensiones socio-económicas sin remitirse a las transformaciones que este proceso esta generando en el propio sistema capitalista global, dentro del cual se encuentra obviamente América Latina.
[2] El espacio económico mundial se mueve al ritmo de una nueva etapa capitalista llamada globalización. Estamos en presencia de una inflexión profunda de las relaciones de fuerza entre los mercados y los estados que pone de nuevo en el tapete, la discusión acerca de la procedencia y/o el accionar de la autoridad económica y sus consecuencias sobre el conjunto de la sociedad en general, y sobre los sectores de población mas vulnerables en particular.
[3] En la región LA, pero también en otras regiones del globo, a los efectos de superar las crisis permanentes de la deuda externa y posibilitar el crecimiento, las reformas adoptadas a partir de 1980 en adelante, tendieron a la doble estrategia simultanea de mejorar el mercado liberándolo mas, y mejorar el Estado achicándolo al máximo. Privatización, desregulación, liberalización del comercio y las finanzas fueron los temas claves del consenso de Washington y así fueron aplicados mayoritariamente en la región. .
[4] Puesto así en perspectiva, el fenómeno de la globalización pone al descubierto la estrategia de dar prioridad a la esfera económica sobre las esferas social y política y de esta manera, puede apreciarse un retroceso con relación a los compromisos sociales elaborados y puestos practica por el Estado-Providencia Keynesiano. Así la autoridad económica de los estados se ha debilitado permanentemente. La enorme ola de desregulaciones y de capitales financieros con lo cuales deben competir, los han condenado, casi inexorablemente, a la pérdida de los instrumentos adecuados para mediar entre las fuertes presiones del capital y los intereses del cuerpo social. No hay que ser muy sagaz, para darse cuenta que esta tendencia del proceso de globalización, se inscribe dentro de la racionalidad estratégica de la sumisión progresiva y sin limitaciones de todo espacio físico y social a las leyes del capital y del mercado .
[5] Como ya lo manifestáramos en otras ocasiones, contrariamente a la argumentación de los defensores de este modelo económico, su aplicación progresiva y sistémica ha causado, entre otras consecuencias, la marginación del mercado de trabajo de grandes sectores de población que otrora participaron del producto nacional. El achicamiento del sector publico, junto a la racionalización de las empresas privatizadas, incrementó dramáticamente las tasa de desempleo. En América Latina al menos, este sistema no se propulsa económicamente, no crece ni moviliza el desarrollo de las fuerzas productivas de manera equitativa y homogénea en razón de la gran influencia de los problemas estructurales. Los programas de estabilización y de permanente ajuste estructural, aplicados a las economías de la región bajo la fuerte presión del sistema internacional, son tan severos que no contribuyen a generar recursos para el desarrollo sino, mas bien, son aplicados con el propósito de atender los compromisos requeridos por los acreedores externos La incidencia de estas variables muestra de manera elocuente que las reformas realizadas por los países de la región, orientadas hacia la liberalización a ultranza del mercado, han acentuado la inseguridad económica generada anteriormente por la crisis de la deuda. El fenómeno que analizamos es inherente a la existencia de un capitalismo atrasado y altamente deshumanizado, que acrecienta la pobreza. Según datos de la CEPAL (Comisión Económica para América Latina) en 1990 sobre el 46 % de la población – casi 160 millones de personas- había 83 millones mas de pobres que en 1970 es decir, 50 millones mas que en 1980, aZo que comenzaron a aplicarse en la región las distintas variantes del modelo. Hoy sabemos que mas de las dos terceras partes de la población continental viven por debajo de la línea de pobreza y de ella, mas de una décima parte se encuentra en la indigencia.
Argentina : excepción o síntoma
[6] Argentina representa un buen ejemplo de lo que acabamos de seZalar. En efecto. Con sus cambios procesados en democracia, fue hasta hace muy poco uno de los mejores seguidores de modelo neoliberal globalizado y uno de los mas reconocidos alumnos del FMI. En 1991, la convertibilidad – una dolarización en menor grado – acabó con una hiperinflación, superior al 4 900%. Entre 1991 y 1994 su economía creció a un ritmo anual de 6,5% Renegoció su deuda, reabriendo la puerta de la banca internacional. Privatizó casi todo privatizable por un monto cercano a los 35.000 millones de dólares, llegando incluso a exportar metodologías para hacerlo. Abrió sus mercados y desreguló sus finanzas. Ajustó y reajustó todo lo posible. De esta manera, los efectos de la rigidez cambiaria y de las recetas del FMI, en particular el aperturismo y la liberalización, tuvieron fuerte fermento en Argentina. Los choques externos actuaron como catalizadores para una reacción en cadena, que encontró su caldo de cultivo en un déficit comercial que, desde 1992, se hizo crónico. El tipo de cambio sobrevaluado alentó las importaciones. La desindustrialización fue una constante. Las exportaciones se redujeron a los productos primarios. Las privatizaciones incrementaron el costo de los servicios básicos y las remesas de utilidades extrangularon más las cuentas externas. Sin el ingreso de las privatizaciones, la economía perdió impulso, el PIB creció a un 3,6% entre 1995 y 1997, y luego entró en recesión desde 1998. La desocupación superó la cifra de los dos dígitos desde 1993, y cierra el 2000 con el 18 %.. Para financiar los déficit foráneos y disponer de reservas destinadas a respaldar la masa monetaria, se aceleró el endeudamiento externo: la deuda saltó de $59 mil millones en 1991 a $132 mil millones en el 2001, Hacia el final de la convertibilidad, a la rigidez cambiaria se le adosó una mayor rigidez fiscal: el déficit cero, para llegar, en el paroxismo de la prepotencia : el congelamiento de los depósitos bancarios.
[7] De todo este paquete neoliberal globalizado las consecuencias están a la vista. Argentina sintetiza la palabra crisis. Completa su cuarto aZo de recesión. El desempleo bordea el 20%. El riesgo-país supera los 4 000 puntos. El subempleo se acerca al 40%. La tasa de interés activa supera a la pasiva en cuatro veces. Sus bonos se cotizan a menos del 40%. Los fondos de Pensión fueron compulsivamente transformados en Letras del Tesoro. La pobreza afecta a 14 millones de personas, casi un 39% de la población. 60.000 pequeZas y medianas empresas han desaparecido y gran parte de las que existen están total o parcialmente paralizadas. No existe ni siquiera la mas mínima red de bienestar para los desocupados y el crédito externo comercial está cortado.
[8] Como una dolorosa consecuencia moralmente intolerable, derivada de este modelo de una economía de mercado sin controles y sin autocontención, crece vertiginosamente el numero de personas que carecen de empleo y de redes de protección y se están aceptando niveles de desigualdad que antes no se hubieran aceptado. En la discusión de las últimas décadas sobre el tema, se pensó que las consecuencias sociales de la aplicación del modelo, solo comprometería a un grupo muy reducido de personas, y por ende se lo podría desestimar como problema. Ahora se ha revelado como un peligro muy grave. El régimen de Suharto en Indonesia, por ejemplo, cayo porque no había ningún modo de rescatar a las mayorías una vez que se agotó el trabajo. Como puede apreciarse, Argentina no es una excepción.
Exclusión y sociedad
[9] En medio de este panorama, hay un fenómeno social y cultural que, como una creciente seZal de alarma avanza en América Latina y en el mundo a pasos agigantados. Nos referimos a La exclusión. En efecto. Hace ya bastante tiempo se ha seZalado que en la actualidad, en lugar de la clásica situación de los desocupados como ejércitos de reserva del capitalismo, emerge una nueva marginalidad compuesta por gente que el sistema ya no necesita. En este sentido, las reglas del mercado han impuesto un criterio de adecuación a sus demandas, cuya selectividad esta produciendo una fractura social de características diferentes al clásico esquema de dominación explotación. Esto no significa que la explotación haya terminado, sino que ha adquirido una forma diferente. Ya no parecen existir los conocidos mecanismos de equilibramiento de la ley de la oferta y la demanda, regidos por la lógica implícita de la relación de fuerzas entre los que tienen que ofrecer y los que tienen que demandar. La exclusión opera de forma tal, que los incluidos terminan por no pedirle nada a los excluidos y estos últimos comienzan a sentir que nada tienen que ofrecer. De esta manera, la curva de la demanda de los incluidos y la curva de la oferta de los excluidos ya no parece encontrarse. Este fenómeno es lo que el pensador francés Pierre Rosanvallon ha llamado el “Movimiento masivo de secesión social ” y lo que Michael Waltzer ha denominado la “sociedad del alejamiento.” Desde esta perspectiva, la exclusión mas que un estado o una situación, es un proceso de múltiples dimensiones que no sólo abarca el arduo problema de la desocupación sino, que además, se identifica como un fenómeno de distancia, de desafiliación a la vida ciudadana, de perdida de protagonismo y de participación al intercambio social y a la construcción de la sociedad.
La crisis del Espacio Social
[10] Como consecuencia de este fenómeno actual de la exclusión se ha producido, a su vez, una Crisis del Espacio Social. Una prueba de ello, es la existencia en casi todas las sociedades de comunidades cerradas, barrios privados, de gente que ya no quiere vivir junto a los demás. En realidad, el concepto de nación basado solo en la existencia de ciudadanos que habitan en un mismo suelo, pero que al mismo tiempo viven en compartimentos estancos, separados por barreras económicas, culturales, raciales, religiosas, lingüísticas etc., es un concepto abstracto. En la historia del siglo XIX hasta 1960 el costo de la heterogeneidad en términos de redistribución de la riqueza -porque un Estado benefactor cuesta tanto más caro cuanto más heterogénea es su población-, era compensado por los beneficios económicos de gran escala. Esto ya no es así, porque el modo en que el mercado organiza la producción y el consumo para obtener mayores ganancias, convierte esas diferencias en desigualdades excluyentes.1 Las desigualdades se reproducen en casi todo el mundo y hay síntomas crecientes y precisos de la existencia de grupos cada vez más numerosos que ya no se encuentran entre sí. El mantenimiento de la ecuación costo-beneficio parece alentar a la gente de clase media y alta para que viva en ciudades cerradas y a los mas pobres en guetos. Una suerte de Apartheid generalizado. En este aspecto debemos seZalar que la ciudadanía política, es decir la ciudadana en su sentido mas estrecho, probablemente sea ejercida por todos los ciudadanos. Pero el derecho al voto no soluciona todos los problemas y además, se ejerce episódicamente. La noción de ciudadanía entendida en sentido amplio, es una noción mas rica y comprensiva que se sitúa mas allá del sufragio y que deberá ser interpretada como una ciudadanía global. Es decir como un derecho a participar en la construcción de la ciudad y en la gestión del habitat cotidiano. Ciudadanía económica gracias a la cual se participa en el libre intercambio de bienes. Ciudadanía social y cultural que consiste en el mantenimiento de vínculos relacionales y en la creación y disfrute de los bienes culturales. Es también el derecho de no ser discriminado, rechazado y excluido por los otros y de tener acceso a un patrimonio simbólico común.
[11] Sin embargo, a medida que la economía global de mercado se ha extendido y consolidado a escala mundial en el tejido social, lo ha influido de tal manera que las relaciones sociales se ha tornado cada vez mas selectivas, competitivas y fragmentadas. Cautivado por la lógica del mercado, el espacio social se torna mas libre, pero menos consistente, sensible y solidario con aquellos que van quedando fuera de los beneficios del sistema. Es por estas razones que asistimos en muchas naciones- como es el caso de Argentina- al colapso del Estado social y es también por estas razones que asistimos a una severa crisis del espacio social.
Quien es el otro?
[12] A nuestro entender, la crisis del espacio social está a su vez asociada a la crisis acerca de la interpretación y el reconocimiento del “otro.” En efecto. Como el actual proceso de globalización no consiste en que todos estemos disponibles para todos, ni que podamos entrar en todos los sitios, ni que todos podamos consumir lo que necesitamos, dicho proceso no se entiende sin los dramas de la exclusión, las agresiones crueles del racismo, las actitudes discriminatorias publicas y privadas y las disputas amplificadas a escala del mundo por diferenciar los otros que elegimos de los vecinos por obligación. He aquí el costo humano de la globalización que opera al ritmo de una reconfiguración de las identidades y, que en lugar de escuchar al otro tal como este se dice, lo asimila a una supuesta cultura global que elimina los estigmas y las trabas para el capital, pero que agudiza las brechas entre los actores sociales. El tema de la equidad y la exclusión social no es solamente grave, sino que es altamente complejo ya que, además de los pobres de siempre, ahora tenemos a los “nuevos pobres”. Parece que estamos marchando hacia la conformación de una estructura social en la que muchos podrán quedar definitivamente excluidos. Mas de 120 millones de latinoamericanos- gran parte mujeres y niZos – viven hoy en la indigencia y las proyecciones para generar empleo productivo para todos – o aun para la mayoría- inclusive en las hipótesis mas optimistas, no permiten tener demasiadas esperanzas. Sin logros a este nivel será difícil nombrar y reconocer al “otro,” a los múltiples “otros” que si bien son diferentes, deberán sin embargo ser verdaderamente reconocidos y aceptados en su diferencia, por medio de su inclusión equitativa y democrática en el espacio social.
El “otro” desde la ética cristiana
[13] Ahora bien. Un cristiano debe o no, preguntarse seriamente lo siguiente: cuando Dios en Jesucristo asumió la realidad haciéndose hombre, esto no significa que Jesucristo es hombre, para todos los hombres ? Es que Jesucristo no es el hombre plenamente comprometido con el otro, del cual se transforma en su prójimo? No es esta acción de Dios en Jesucristo simultáneamente, el acto y el símbolo de la palabra de la promesa de la esperanza, de la reconciliación y de la transformación de la vida y de sus condicionamientos.? Pensando en esta cuestión el teólogo J. Moltmann reflexiona de la manera siguiente : ” La singularidad de la posibilidad cristiana de la esperanza radica en que nace del recuerdo de la resurrección del hijo del hombre crucificado. El que el futuro del ser humano haya comenzado ya con este hijo del hombre desechado y expulsado puede ser calificado ciertamente como la imposible posibilidad de la esperanza en este mundo. Vivir en la esperanza significa poder amar la vida desechada, desamada y excluida. La esperanza cristiana en la medida que sea cristiana, es la esperanza de los desposeídos del futuro.2 Pero en este sentido, que otra cosa significa amar, pregunta Moltmann, sino contar con las posibilidades no evocadas del otro, incluyendo ahí las posibilidades de Dios en el? Es cierto que no podemos decir a-priori, en que medida una estrategia de humanización de la cultura y de la economía de mercado globalizada puede hacer inteligible ese hecho. Pero eso no significa que nos acostumbremos al vacio etico y espiritual de la ansencia de esa esperanza en nuestro medio social y natural. Si así lo hiciéramos, estaríamos legitimando el sufrimiento y la dureza de políticas deshumanizadas, especialmente en los sectores mas vulnerables de la sociedad. Contrariamente, por merito y gracia de la encarnación de Dios en Jesucristo, por su Cruz y resurrección, Dios se muestra como “aquel otro por excelencia,” que da su vida por los otros y que se dirige críticamente contra aquellos poderes que luchan ahora por la soberanía del mundo y oprimen la humanidad de los seres humanos. Esto significa hoy tener conciencia y actuar en consecuencia, para crear una auténtica sociedad-mundo que no este basada en la consumación planetaria de ningún imperio hegemónico, de ningún pensamiento único y menos aun, en una globalización que transforme al mundo en una mercancía. Consideramos que esta consigna, es contextualmente valida y profundamente compatible con la ética cristiana la cual, basada en la Palabra de la Gracia y en la justificación, debe buscar la justicia y la equidad en un mundo irredento.
End Notes
1 Canclini, N., “La Globalización imaginada.” Buenos Aires, 1999.
2 Moltmann, J., “El hombre.” Salamanca, 1980.